Cristo en posición sedente y con los dos pies alineados, tiene el brazo derecho acodado sobre una columna y la mano abierta, sobre la que reposa su cabeza, que mantiene ligeramente inclinada a la derecha, al igual que los hombros. La mano izquierda la descansa sobre la rodilla. Va vestido únicamente con el paño de pureza que forma parte de la talla.
Su mirada con los ojos abiertos en actitud suplicante y de
dolor físico, se eleva al cielo con expresión resignada que subraya el
abatimiento que le embarga, lo que hace que el Cristo tome una gran
expresividad e intención de movimiento, a pesar de su imagen sedente.
Se trata de un hombre joven, barbado y con cabello natural
a la altura de los hombros, sobre la frente lleva Corona de Espinas, propia de
esta imagen de culto, que cuenta con auténticas espinas de las que brotan, como
si realmente estuvieran clavadas en su frente gotas de sangre que recorren su
rostro cansado y que se escapan por entre los dedos de la mano derecha. Su boca
está entreabierta como si estuviera susurrando algo, quizás una plegaria. Y
sobre su cabeza las tres potencias doradas, símbolo de nuestra Hermandad.
Su cuerpo se encuentra levemente surcado por algunas
heridas procedentes de la flagelación, y que son más evidentes en la espalda.
Como complemento, se le coloca un manto rojo, que alude al
manto púrpura propio de reyes usado a modo de burla, y que en los últimos
tiempos no se le coloca sobre el cuerpo sino a sus pies durante las procesiones
y actos de culto. De su cuello, pende una soga o cordón que en la actualidad
está anudada a la columna, si bien ha habido épocas en que ha pasado por sus
manos anudándolas, a pesar de mantenerlas tan separadas la una de la otra.
PASAJE BIBLICO: Por lo que
se refiere al pasaje bíblico que representa, es el relatado en los evangelios
sinópticos Mt 27, 27-30; Mc 15,18 y Jn 19,3:
"Los soldados llevaron a
Jesús al patio del palacio, llamado pretorio, y reunieron a toda la tropa. Le
pusieron una capa de color rojo oscuro, trenzaron una corona de espinas y se la
pusieron. Luego comenzaron a gritar:
–¡Viva el Rey de los judíos! Y le golpeaban la cabeza con una vara, lo
escupían y, doblando la rodilla, le hacían reverencias. Después de burlarse así
de él, le quitaron la capa de color rojo oscuro, le pusieron su propia ropa y
lo sacaron para crucificarlo."
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